La “Esperanza” es lo último que se pierde

La “Esperanza” es lo último que se pierde

Ya está en sus últimas funciones la obra Esperanza, dirigida y escrita por Marisol Palacios en coautoría con Aldo Miyashiro, y valgan verdades, dentro de lo mucho que tengo la fortuna de ver del teatro que se hace en Lima, esta puesta es una de las mejores del año, sin dudarlo. Porque es de aquellas obras que va más allá del tema, si netamente relacionado al peruano y a su historia, pero con buen texto y muy buenas actuaciones. Lo que más tiene es corazón, y claro, mucha, pero mucha Esperanza.

La obra está ambientada en Lima a inicios de los años ochenta, en un día en la vida de una familia que espera la visita del candidato a las elecciones municipales. Para el padre, esta será su gran oportunidad para obtener el trabajo que les dará la soñada prosperidad. Por eso todos se concentran en los preparativos para recibir al visitante, perdiendo de vista lo verdaderamente importante – la desaparición del más pequeño de la familia. Una historia que tiene de realidad lineal como metafórica.

Así es, Esperanza, es una gran metáfora, a veces llena de drama y otras con algo de comedia, de una familia que es el Perú y en donde cada miembro es un tipo de autoridad que pierde de vista a los que verdaderamente importan los niños (el futuro). O también lo puedes ver al revés, ese niño perdido es el Perú que ha sido abandonado por sus autoridades y/o ciudadanos por preferir beneficiosos personales (corrupción).

Esperanza es todo un ejercicio de reflexión que se vuelve cada vez más tenso, es como un globo que se empieza a inflar hasta explotarte en la cara. Como la propia dramaturga y directora Marisol Palacios, dice, “es la historia de una larga espera, la de un país roto que hasta el día de hoy no ha podido unir sus pedazos y salir adelante. Es el testimonio de lo que viví y sentí esos años y de esa esperanza que, como país, arrastramos aún hasta hoy. Y en esa espera se nos va la vida”.

Y esta intensa, dura y poderosa historia no sería posible sin las actuaciones de su elenco: dos parejas de generaciones de grandes talentos: Diego Pérez y Brigitte Jouannet, precisos como los hermanos de esta familia, en donde los patrones de compartimientos “masculinos y femeninos” se quieren romper, pero al final ceden a las reglas establecidas. Muy bien ambos.

Mientras que las parejas de “adultos” Julia Thays y Lucho Cáceres, componen unos padres que nos destrozan el corazón con sus patrones buenos y malos. Julia (la extrañaba ver en el teatro) compone de forma sólida a una madre típica de una sociedad machista como la nuestra (modelo, la cual la hija no quiere seguir). Mientras que Lucho, ¡que ya no he dicho de Cáceres!, y debo confesar (algo que no se debe hacer, por lo menos en una crítica – reseña que de objetiva no tiene nada, ja) que esa naturalidad (estilo de actuación, de la que hemos hablado en alguna ocasión con él) es su mejor arma de presentación y desarrollo para sus personajes tanto en cine como en teatro (por los menos). ¡Me hiciste recordar a mi viejo! (Eso me mató…).

Bueno, háganse un favor y vayan a verla. Se sentirán raros al salir, y poco a poco recobrarán la calma, pero para entonces, ya habrán reflexionado y llegado a la conclusión de que sí tienes Esperanza para ti (como individuo) y para el Perú (como nación), bueno, eso se espera… Solo tienen hasta este lunes 20 de noviembre en el Teatro del Centro Cultural PUCP – Camino Real 1075 en San Isidro.

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